Un viajecito. 

Siendo viernes, y sin que yo tenga nada que hacer, se me ocurrió salir a manejar un rato con destino a Miraflores. Con los mejores ánimos saco el carro y salgo de mi casa, pero para variar la ruta, decido ir por la Avenida Javier Prado.

Eran las ocho de la noche y el tráfico estaba muy congestionado, me encontraba recién en el cruce de la Avenida La Molina con Javier Prado, y ya tenía problemas para seguir avanzando. La decisión ya estaba hecha y no quedaba más que seguir hacia adelante, apagar el motor y esperar.

Pero hoy en el Perú, esperar dentro de un carro una luz verde o un cambio de policía en un cruce, no es nada aburrido, ya que de la nada, se le va a parecer una avalancha de personas a ofrecerle todo tipo de productos, caramelos, cigarros, libros y CDs piratas con títulos incluso que aún no se han estrenado todavía en el cine, acompañados con frases como –Pa el dolor de garganta unas mentitas- o –colabore con el centro victoria jefe y que Dios lo ayude- otros, que siendo más confianzudos y sin nada que ofrecer te piden muy directamente que les des un sol o diez céntimos, finalmente, también se le acercarán aquellos que le pasarán trapo a la luna de su carro y uno, por supuesto, le terminará dando dinero, pero no por limpiarle el parabrisas, sino para que deje de pasar su mugriento trapo y deje un espacio limpio para poder ver, ya que toda la grasa y el polvo habrán ensuciado todo el vidrio del carro que usted había limpiado momentos antes de salir. Sarcásticamente, el mocoso, luego que usted le da la propina, sacudirá el trapo al lado suyo.

Por fin veo que todos los carros avanzan, enciendo el mío, continuo con mi camino y metros más adelante, el semáforo pasa a luz roja, a pesar de esto, un taxista y una combi avanzan sin temor alguno y se pasan esta luz, quedándose en pleno cruce y evitando que los carros de la otra avenida puedan circular haciendo que Javier Prado y la avenida los frutales se atore terriblemente.

Minutos después, aún en pleno cruce, a lo lejos, me doy cuenta que si había un policía, el cual cansado, mira la hora, guarda sus cosas y levanta los brazos en señal de aburrimiento, después de esto, simplemente se fue.

Este hecho enfurecía a cualquiera, sobre todo a los conductores de los taxis y colectivos que empezaron a recordar a la madre de todo aquel personaje público que según ellos tendrían la culpa de esta situación, desde el policía, pasando por el alcalde y llegando hasta el presidente de la república. Es en ese momento en el que empezó el desbande, los carros se metían por donde podían, los peatones corrían, pero no para cruzar la pista, sino para salvar sus vidas de los taxistas que se metían hasta por las veredas.

Cansados, los conductores de los micros, decidieron ponerse de acuerdo y bajándose cada uno del carro para el que trabajan y de forma impresionante ordenaron el tránsito.

Eran las nueve y recién salía de aquel atolladero, cuadras más adelante cerca al centro comercial Camacho, decidí cortar camino por la avenida el Polo, así que llegando al ovalo de la universidad de Lima gire hacia la izquierda de manera prudente, y al querer cruzar el semáforo que se encontraba en verde, una camioneta con lunas polarizadas me cerró el paso abruptamente, con la venia de cuatro patrulleros, que curiosamente también me cerraron de manera salvaje, obviamente después de cumplir con el protocolo de sacar los brazos para indicar que iban a doblar, detalle que note después de que le hicieran lo mismo a un pobre ciclista que lo único que atinó hacer fue aventarse de la bicicleta y correr, ya que el balón de gas que llevaba, irresponsablemente en su canastilla, podría reventar en cualquier momento.

Ir por la vía expresa de Javier prado es para la mayoría de personas toda una novedad, ya que con las curvas tan cerradas que tiene, la mala señalización y a la velocidad que van todos por esa vía, usted tendrá que demostrar que tan buen conductor es y que tan bien del corazón se encuentra. En el trayecto, siempre usted verá una que otra combi que pasa ilegalmente por allí a gran velocidad, y con la clásica estela de humo negro que despiden sus carros por forzar el motor.

En el cruce de la antigua Vía Expresa con la Avenida Javier Prado, nuevamente el tráfico estaba difícil, con la diferencia que esta vez una combi se había empotrado contra un poste de luz, la misma combi que en la Avenida La Molina se había pasado una luz roja, era fácil reconocerla ya que en la parte de atrás tenía un sticker pegado que decía “Guíame, Señor de Quinuaipata”. Al parecer, el santo no tiene sucursales en Lima.

Ya en el cruce con la Avenida Arequipa, usted se dará cuenta que son más de las diez de la noche, ya que en las callejuelas se encontrarán prostitutas para todos los gustos, altas, bajas, morenas, blancas, con manzana de Adán y sin manzana de adán, de todo, para los gustos más diversos.

Llegando ya a Miraflores, un policía me detiene, es allí donde me doy cuenta que el olvidarse de llevar el brevete puede costar más de cinco soles. Después de eso, no le quedará de otra que regresar a su casa, sin tener más ganas de manejar.

Solanum Tuberosum